Nosotros crecimos jugando con juguetes. Somos Pepe y Marta, una pareja que hace unos años, decidió unir sus caminos (y sus pasiones comunes), y crear una bonita y saludable familia. Siempre había sido nuestro sueño consciente o inconsciente. Ahora somos los felices padres de Álvaro y de Noelia. Nos definimos como una familia algo atípica. Recuerdo cuando estuvimos mucho tiempo sin televisor en casa, nos gusta más leer.
No pasa nada, muchos psicologos en Madrid o Barcelona recomiendan estar una temporadita sin estos aparatejos. Recelosos de los inputs que reciben nuestros hijos, hemos intentado evitar a toda costa, la invasión en casa de la televisión, del ordenador, de las tablets o de las videoconsolas.
Más jugar y menos a la tele
Como anécdota quedará, el día que Álvaro nos pidió una Wii, argumentando que había niños en su clase que hacía 2 ó 3 años que ya la tenían, que cómo era posible que él no la tuviese. O que porqué tenía que aprender alemán con su divertido juego de fichas, llamado Lük, y no podía mirar los dibujos animados. Como padres, siempre hemos tenido la sensación de estar luchando para que aprendan cosas constructivas y educativas. Nos ha implicado varias dosis de energía extra y el pensar que muchas veces estábamos solos remando a contracorriente. Lo fácil hubiera sido “enchufarlos” delante de la tele, pero luego, te sientes culpable, y responsable del futuro de tus hijos. Desde bebés hasta mucho más allá que se van de casa.
Juguetes al poder, la fórmula
El éxtasis de la fórmula matemática “juguetes recibidos por nuestros hijos y juguetes por regalar a otros niños” llegaba con la Navidad, los 3 Reyes Magos y los cumpleaños. Qué locura! Cuando tienes a familiares y amigos preguntándote, que qué pueden comprarle a tu hijo o a tu hija (os suena la pregunta, “¿qué le haría gracia?”). O en las fiestas de cumpleaños, da igual si somos los invitados o si nosotros invitamos. Estas mareas de regalos y juguetes, en muchas ocasiones un “sin sentido”, hechos sólo para quedar bien, sin que salgan del alma, son un desperdicio de dinero brutal. A nosotros nos daba bastante vergüenza. Nuestra actitud o postura es la de un muro que nos proteja de estos ataques.
Sentirse vacío por dentro
En una ocasión, Álvaro con 2 añitos, cuando aún era hijo único, una vez abiertos las decenas de regalos que recibió, se puso a jugar con la caja de cartón de uno de ellos. Nos cruzamos una mirada, y enseguida supimos lo mal que nos sentíamos por dentro. Siempre hemos intentado rodear a nuestros hijos de objetos motivadores y que la abundancia no fuera la norma. Pero está visto que de entre todas las frases celebres nuestro Alvarito eligió aquella de crecer jugando y jugar a aprender. En este caso con la caja de su regalo.